Tras la publicación, el pasado 21 de febrero, del monográfico sobre Agustín Espinosa que coordiné para el Día de las Letras Canarias, el Diario de Lanzarote me solicitó un artículo sobre la figura del insigne escritor surrealista. En el breve texto, que titulé Agustín Espinosa, explorador de las rutas oníricas, hablo de su importancia en la hora vanguardista de nuestras islas, pero también de su vigencia actual y de su magisterio póstumo. Reproduzco a continuación el artículo.
Agustín Espinosa, explorador de las rutas oníricas
Daniel Bernal Suárez
Este año celebramos que el Día de Las Letras Canarias sirva para homenajear a uno de los escritores más originales de nuestra literatura. Agustín Espinosa (1897-1939) se prodigó en la narrativa, la poesía, el teatro y la crítica, haciendo gala siempre de una imaginación desbordante. Su entrega a la palabra y la reflexión también cuajó en excelentes conferencias como Media hora jugando a los dados o Sobre el signo de Viera.
La personalidad creativa de nuestro autor se caracterizó por la inquietud y la búsqueda incesante. Así nacieron sus páginas mejores, que destilan frescura e inventiva, ironía y humor. Su dos obras más notables presentan una mezcla de elementos provenientes de distintos géneros. Así procede en Lancelot, 28º-7º, donde realiza una recreación mítica y poética de Lanzarote, y en Crimen, la considerada por numerosos estudiosos como la obra cumbre de la prosa surrealista en español. Crimen es, además, un canto a la libertad expresiva y al poder liberador de la fabulación. Es de destacar su fuerza arrolladora, su arriesgada propuesta, la configuración de una poética subversiva.
La impronta que nos ha dejado, no obstante, no se limita a sus creaciones individuales, sino que se prolonga en la actividad cultural que desarrolló en los años 20 y 30 del pasado siglo. Llegó a ser el faro imantador de las vanguardias y uno de los ejes de atracción de la nueva literatura. En ese sentido cabría resaltar sus colaboraciones en las revistas La Rosa de los Vientos o Gaceta de Arte. Dentro de esta última formó parte del núcleo de escritores que el crítico Domingo Pérez Minik bautizaría como facción surrealista de Tenerife.
Tras su muerte, la obra de Agustín Espinosa sufrió un dilatado silencio hasta 1974, fecha en la que Taller de Ediciones JB editó en un solo volumen Lancelot, 28º-7º, Crimen y Media hora jugando a los dados. A partir de ahí, empezó una labor de recuperación que no ha cesado aún. Destaca, entre los grandes investigadores de su figura, el profesor Miguel Pérez Corrales.
Hace unos años, un importante periodista cultural hizo un llamamiento para que numerosos escritores insulares respondieran a una encuesta sobre las obras y autores más influyentes en su propia escritura. La mayor parte citó a Espinosa como uno de sus referentes. Esto nos da la medida de cómo la obra espinosiana continúa viva en nuestra tradición literaria, marcando y estimulando a generaciones posteriores.
Espinosa cartografió con interés las propuestas artísticas de vanguardia que se producían en Europa en su momento al tiempo que navegaba en la tradición literaria insular. Internarse en su obra es asistir, de su mano, a la exploración de las rutas oníricas, a una travesía por los fértiles paisajes del sueño.
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