Pobreza, de Víktor Gómez

Pobreza de Víktor Gómez
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«Un poema político no tiene por qué ser transparente»

Enrique Falcón, Las prácticas literarias del conflicto.

 

 

¿Para qué poetas en tiempos sombríos?, inquiría en un célebre verso el poeta alemán Hölderlin [1]. ¿Para qué poesía -o más precisamente: qué poesía- en tiempos de miseria? Desde hace algunos años, en España se ha manifestado una corriente plural de poetas que hacen de la miseria, del tiempo sombrío, el centro y eje de sus poéticas. Múltiples etiquetas se han esgrimido para aglutinarles, pero cierto es que sus prácticas lingüísticas, sus posicionamientos frente a la materia de aquello con lo que trabajan, la palabra, evidencia una disparidad considerable de criterios y abordajes.

 

La poesía de Víktor Gómez no es ajena, en modo alguno, a estas formulaciones, por cuanto se ha desarrollado en  una vinculación constante con los márgenes, en toda la dimensión simbólica y social del término. Nacido en Madrid en 1967, es un reconocido activista cultural en Valencia, desde donde coordina la Asociación Poética Caudal, ciclos de lecturas varios que irradian desde la Librería Primado, y codirige, junto a Javier Gil,  la colección ONCE de poesía y ensayo en la editorial Amargord. Ha publicado hasta ahora los siguientes poemarios: Detrás de la casa en ruinas (2010), Huérfanos aún (2010), Incompleto (2010), Trazas del calígrafo zurdo (2013) y Pobreza (2013). De este último volumen, editado por Calambur, nos ocuparemos a continuación [2]

 

El libro se divide en dos secciones principales (Libro I -Aún sin nombre- y Libro II - Jana-), introducidas por citas muy pertinentes respecto de los temas que serán abordados en los poemas. Hay, incluso, un ejercicio de apropiacionismo explícito de determinados versos que afecta no ya a las citas, sino a una praxis dialógica: en determinados poemas, el propio Víktor Gómez procura esa conversación con el pensamiento del otro al incorporar una referencia que, si no es detectada en una primera lectura, lo será al llegar al final del libro, donde las especifica. Encontramos aquí, de este modo, una convergencia íntima entre la actividad lectora de Víktor y su propia escritura. En definitiva, los textos de los otros se incorporan al propio discurso como puntos de engarce de un diálogo posible. Y no cabe soslayar otra perspectiva desde la que abordar éste: la restauración de la salud de los vínculos, expresión que el poeta inserta en varios poemas y que podría remitirnos, en última instancia, a lo escrito por Enrique Falcón en Las prácticas literarias del conflicto:

 

Comunicación no es, necesariamente, intelección.

Nuestra poesía ha nacido a causa de un hechizo y de una catástrofe.

En la palabra de la herida, nosotros hablaremos la palabra de los vínculos.

 

Por otra parte, cabría mencionar que, a lo largo del volumen, y salvo un buen puñado de piezas, los textos se ubican en cada página de un modo que hace del espacio central blanco una especie de oquedad que nos lleva a reflexionar sobre la posibilidad de considerar cada texto como fragmento, como astilla, antes que como poema, en tanto que objeto acabado y autoconclusivo. Este hecho, que podría redundar en una aparente condición deslavazada por exceso de desmembramiento discursivo, coadyuva a reforzar la potencia del libro en cuanto tal, ya que hace de cada astilla, y de su composición y ordenamiento, una manera de construir una mirada muy peculiar: la de un lenguaje que se ofrece como crítica de la linealidad del decir que instaura una mirada única y totalizadora. 

 

Pobreza de Víktor Gómez

 

El Libro I tiene una clara estructura dual: una primera parte (de las páginas 13 a 17) que actúa como umbral, como iniciación, y una segunda parte, que principia en la página 21. Seis poemas contabilizamos en esa primera parte donde se anticipa ya la variedad de registros y pensamientos que proliferará ulteriormente: desde una escena cotidiana que rescata el esplendor de lo simple, a la inquisición metapoética (“si no sangra / el poema / se pudre / ¿no has de temblar / entonces / al acercártelo / a los labios?”) o la postulación de algunas orientaciones sobre el significado de la pobreza  (“¿Qué pobreza es esta que ni sabe afuera de la página qué nombre tiene lo posible?” o “pobreza, zurdeo, antioficio”), para acabar con una lúdica forma onomatopéyica que denota cansancio, ironía o petición de silencio. Fijémonos que alude ya a una pobreza que ni siquiera sabe qué nombre tiene lo posible: desposesión, pues, hasta del nombre de las condiciones de posibilidad, por un lado, y, por otro, atendamos al tachado [3] sobre la expresión afuera de la página: alusión espacial que podría revelar tanto un referente de objetivación del discurso (el mundo fuera de la página) como a la condición de actuar en los márgenes de una pretendida página oficial o institucionalizada. Por otra parte, la tríada pobreza, zurdeo, antioficio, ejemplifica la labor del poeta; por su no aspiración al mercadeo, por hacer de la llaga esencial el centro de su habla y poblar la morada de los márgenes. 

 

La segunda parte de este Libro I está compuesta mayoritariamente por textos en prosa donde la experimentación con el lenguaje alcanza a todos los órdenes. El poema se hace o nace como envoltura de errores, llagas y limosnas. Una interrogación esencial subyace:

 

¿qué atroz punzada era aquella que abriendo la carne dejaba circular entre tendones lo insufrible?

 

Lo insufrible, por originar dolor y por resultar ignominioso, no debiera filtrarse con semejante naturalidad al punto de ser asumido con indiferencia. Víktor Gómez habla de la dolencia, tanto social como física:

 

Excavan los esclavos codicias seductor mineral ahí la sacra montaña inca ¿impenetrable? (...) (p. 28)

 

La gran pérdida zumbidos calambres vahídos tartamudeo sudores radiantes hasta la desesperación asfixia (p. 30)

 

Cómo se desfiguran a plena luz del día las mentiras -justo cuando ya no se calla porque el cuerpo ni sabe ni entiende las tramas el escándalo tanta diarrea perceptiva (p. 32)

 

El espasmo la invasión invisible devora lo que eres química farmacológica Caballo de Troya destruyendo tus defensas en nombre del progreso -extravío- benefactor (p. 33)

 

El dolor corporal y la enfermedad, pero también la migración, la esclavitud, la marginación, los modos dialectales (darles cauce y entrada como reflejo de una ausencia opresiva). Nexo entre el cuerpo material del individuo y el cuerpo social: la salud adulterada en ambos límites. El poeta nos sumerge en una vivencia verbal de la fragilidad: de lo íntimo a lo colectivo, del yo al tú, al nosotros. Alienta, sin embargo, un poso de rebeldía en todo ello y es por eso que nos conmina:

 

sal de la red no se es tan pobre que no se pueda intentar (p. 41)

 

Reivindicación también de lo improductivo, de lo inútil, del antioficio y el zurdeo del que hablábamos antes. Y la necesidad de la hospitalidad, dadora de luz:

 

aprieto el puño abro la mano y espolvoreo luz

abro la mano cierro el puño y amaso sombra

(p. 53)

 

Escritura que no es caricia, sino desgarro incandescente. No un grito, sino un tartamudeo preside toda la obra. De ahí, también, los quiebros sintácticos, la ausencia de conectores (recurrencia profusa al asíndeton), los juegos combinatorios de carácter fonético.  En suma, agramaticalidad fundacional que establece una tensión permanente en la expresión entre lo decible y lo indecible. La propuesta de Víktor Gómez reincide, promoviendo nuevos horizontes, en una praxis experimental de la palabra. Es de hacer notar la recurrencia a todo tipo de estrategias escriturales que abundan en la apertura del poema. Debido a su naturaleza polisémica, ni siquiera podríamos establecer una jerarquía textual: Pobreza viene a ser, pues, la unidad espacial de una constelación de signos. Unidad precaria que emerge, por un lado, de la permanente apertura del lenguaje y (su desv(ar)ío), y por otro, de ciertas travesías que se adivinan, por su constancia y por su deriva temática (sus relaciones), como líneas de fuga. Pero esta aparente indigencia unitaria es origen de una riqueza de sentido. Asimismo, permítaseme recurrir de nuevo a Falcón cuando, en el libro ya citado Las prácticas literarias del conflicto, propone que «el objeto de un poema político es decir lo evidente imprevisible», pero de tal manera que la «articulación de esa evidencia imprevisible es, sin embargo, imposible de decir si no lleva consigo una cierta intensidad en las fracturas del lenguaje»; esto es, un «lenguaje rabioso que, de tanto encontrarse con las aristas de lo real, corte».

 

Surca Pobreza una meditación permanente: la posibilidad de experimentar la alteridad, de asumir radicalmente el otro, y ello tanto desde su basamento, esto es, las condiciones de posibilidad del diálogo con ese otro, como su reflejo en el poema: dar la palabra, brindar la palabra de la escritura a esa otra voz (no hablar en nombre de -lo cual correspondería a un ejercicio de sustitución-, sino dar nombre, nominar, a los sujetos y sus situaciones -de manera que se hacen presencias allí donde, por su misma entidad conflictiva, están ausentes-), tejer en el texto un puente para iniciar una conversación:

 

no pude escribir una palabra desde el hambre ajena desierto alteridades apozado en la boca del estómago --en una barrancada-- mi hambre no es pobreza la palabra salada frío abono descuadre ¿qué deuda o plazo en qué banco --o banco de niebla-- de mendigos que no conversan? (p. 56)

 

d

olor d

el d

iálogo:

 

             --en la cuchara se enfría tu simiente luminosa 

(p. 57)

 

Verjas y alambres. Ratas que mueren apaleadas a manos de ratas uniformadas. Contabilidad del carnicero. Lo que falta, la oquedad. Fluir por ese balbuceo. Precariedad de la palabra: en su rescoldo se alimenta la esperanza de ser llama y fuego y calor. Laceración de interrogaciones, exploración en las vísceras del lenguaje. 

 

La última sección del libro se vertebra en torno a la enunciación de Jana, nombre femenino que pasa a encarnar un anclaje para el sujeto poético: meteorito y relámpago, salud de los vínculos: vislumbre del infinito dentro de la amada. Jana como la otredad complementaria, mineral nutricio donde anidan el deseo y la ternura. El erotismo se manifiesta desde unas coordenadas reivindicativas del signo cuerpo, de su vivencia emancipatoria, descosificada, sustraída al valor utilitario o finalista.

 

Como en todo el volumen, el poeta articula la sección desde el trabajo con numerosos registros y posibilidades. Así, a un primer texto en prosa presidido por el simultaneísmo y la conjunción de diversos planos, le siguen guijarros de luz como el que sigue:

 

yo he convertido 

mi tristeza en luz

 

yo

que sólo soy un cuarzo

en tus manos  

 

Nos topamos incluso con una declaración sanjuanista:

 

donde no entendí                                               calmé mi sed                                                                   

La obra poética de Víktor Gómez halla su fundamento en la alusión permanente a determinadas propiedades de nuestro mundo, especialmente aquellas que introducen el error y el horror, el desamparo, la cuita, en el devenir de nuestra contemporaneidad.

 

Por este camino descrito, su poética es pregunta e intento de respuesta. Pero cuando esta última se produce, lo hace siempre desde una posición de orfandad, ya que sus coordenadas son las propias de la intemperie, pero también porque sus propias convicciones, que le llevan a evitar todo cierre epistemológico, se trasladan a su lenguaje. Víktor Gómez no se deja arrastrar por la fijación del mismo. Ya que, si es en él donde se operan las acciones fundamentales de dominación, a través de los discursos legitimadores que obstruyen la actividad y el pensamiento alternativos, hay que bregar en contra de su radical inmovilismo. 

 

Así, pues, en Pobreza hay una voluntad de decir el mundo, sus esquirlas oscuras, e introducir un tartamudeo rítmico que delata el despliegue ensordecedor de nuestro tiempo.

 

 

Notas:

[1]. Cierto: permítaseme la analogía expresiva sobre el tiempo de penuria o sombrío al que alude Hölderlin, ya que el poeta alemán lo dice en un contexto interpretativo que remite a la ausencia de lo divino y cuya perspicaz lectura podrá rastrearse en Heidegger, en tanto el tiempo sombrío de los poetas de la conciencia crítica radica en unas coordenadas de ascendencia claramente política. Y se vincula más, por ello mismo, con la descripción que realizara Bertolt Brecht, por ejemplo, en el poema «A los hombres futuros». 

[2]. Recientemente el autor ha publicado un nuevo poemario: Mediodía, en Eolas Ediciones. Aquí puede leerse una extensa entrevista al autor hecha a raíz de la presentación en León de Mediodía

[3]. Sugerencia que no se suprime con el tachado; tachado que comporta una exhibición del acto de desdecirse, pero sin la supresión total, el borrado; así, pues, el que enuncia se hace cargo de su error o remarca el acto de desdecirse con ironía, amagando el golpe